Ante todo, este post es largo.....
En
diciembre del 85, cuando tenía 6 años, nos mudamos a nuestra primera casa, en lo que en Bahía Blanca se como el
Barrio de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica). Antes vivíamos en un departamento
viejo, corroído, con una forma extraña. Hoy se les llama PH. Mi viejo era
empleado del sindicato y con mi vieja se hicieron acreedores de una vivienda.
En ese
barrio pasé toda mi infancia y los primeros años de mi adolescencia, quizás los
mas duros, no solo por la edad sino por las circunstancias, pero no es eso lo
que quiero contar.
La
introducción se debe a que hoy mientras pedaleaba sin rumbo me acorde de una
historia muy divertida, hermosa por donde se la mire.
En el Barrio
de la UOM, aprendí a andar en bicicleta. A la fuerza. Mis vecinos todos andaban
menos yo, simplemente por dos razones:
antes vivía en una zona casi céntrica y era chico para andar por la calle de
asfalto y la otra, porque no tenía bicicleta.
Las
primeras pedaleadas las di en una bici de Nico, un vecino de la esquina de casa
y amigo de la infancia. Era un tanto extraña, en su forma, color e incluso el
asiento era raro, uno de esos con forma de banana, con espaldar, ya no se ven casi. Me caí un
par de veces, pero en un momento me di cuenta que iba cada vez mas rápido, que
no había manera de que mis amigos me
sigan corriendo, comprendí que estaba
andando solo y que había solucionado ese temita del equilibrio.
Las
bicis que tuve eran unas recicladas. Me acuerdo de la blanquita, era de mujer.
La pinte de blanco, porque no se entendía de qué color era, el oxido y los
rayones la convertían en un caño con ruedas. Con ella anduve un par de años. Salíamos
con amigos, íbamos a la pileta del camping de la UOM, que estaba a 20 o quizás
30 cuadras de casa. Todos teníamos carnet de socio. Salíamos después de comer y
nos quedábamos hasta el cierre. A veces volvíamos por partes. Alguna pelea dividía
al grupo, pero al otro día era como si nada hubieses pasado, en realidad nada
había pasado, cosas de chicos.
Para mi
cumpleaños 8 ó 9, mi hermana Mary, la mayor, me regaló una bici nueva, una cero
Kilómetro.
Mary,
ya había terminado la secundaria, estudió unos años en la Universidad, pero
luego dejó y empezó a trabajar en una zapatería. En una zapatería o ¿en una
casa de electrodomésticos? Bueno, no es importante, pero seguro que uno de esos
dos era.
María
Isabel, tal como la saludo cuando hablamos por teléfono, se encargó de elegirla
y que la lleven a casa, el mismo día de mi cumpleaños y que sea a la tarde,
porque yo iba a la escuela de mañana. Me la imagino, atornillándole la cabeza
al vendedor con explicaciones y
argumentos una y otra vez para que nada salga mal.
Era
roja!! De carrera!! Si, de esas que tenían el manubrio para abajo, tipo cuernos
para agarrarte de ahí y cortar el viento. De esas que son livianas, que andan
rápido!! Con las llantas finitas, no era una bici, era un avión!! Con pedales
que agarraban a la suela de la zapatilla, era mi bici cero KM!!!
Cuando trajeron el regalo mi hermana no estaba, así que lo recibió mi mamá. Es para vos, me dijo.
Contenta, creo que mas que yo!! Te la compró Mary.
No
recuerdo la reacción que tuve cuando mi hermana Mary llegó del trabajo, estoy
seguro que le agradecí, lo que no recuerdo es el nivel de euforia o si hubo euforia. No soy
muy expresivo, creo que en aquel entonces tampoco lo era.
La
Tortuga.
Unos
días antes de mi cumpleaños, cuando volvía del almacén de Pochi, me encontré
una tortuga. Era grande, me acuerdo que uno de los cuadrados del caparazón
estaba pintado de rojo con esmaltes para uñas. Evidentemente el bicho era
escapista y el dueño la marcó para identificarla. Supongo que ese era el origen
de la mancha roja, dudo que ese color perteneciera naturalmente a la tortuga.
Cuando
llegué a casa con la tortuga, mi vieja me dijo
- Qué haces con eso acá??? No
quiero ver a ese bicho en esta casa!! Por qué? Pregunté. Porque ya tengo bastante con tu
perro!! A parte, las tortugas traen mala suerte, me dijo. Con mis hermanas la
miramos con cara de asombro y una sonrisa cómplice. Bueno, eso decía mi abuela,
argumentó la vieja, pero no aflojó. La tortuga al patio, ahí tiene lugar de
sobra.
Así
fue, la tortuga se quedó en el patio. Pero como les comenté, la tipa era
escapista, siempre la encontraba sobre el cemento y al lado del portón que daba
a la vereda.
El portón,
era un portón viejo que había conseguido mi papá en alguna metalúrgica de esas en las que
trabajaba como soldador por la tarde.
Las
casas en los barrios, las suelen entregar con los terrenos divididos, pero así
nomas, con un alambre, como para que se sepa dónde termina tu terreno y empieza
el del vecino. De a poco todos iban
haciendo las medianeras o dividiendo como se podía. En Casa pusimos el portón para separar la casa de la calle, aparte, el almacén de
Pochi daba con mi patio y como estaba todo abierto, para cortar camino, la gente, se metía en mi casa, pasaba por el patio y salía por el fondo de la otra
parte de la manzana, es decir el patio de Pochi, el almacenero.
Ese
coso de metal, gris, viejo y pesado, estaba medio de adorno, nunca los
cerrábamos con llave. No era necesario. Gran parte de las medianeras estaban
hechas ,ósea que la gente ya no se metía en el patio para ir a comprar al
almacén y por otro lado, en el barrio no pasaba nada, alguna que otra vez, le
afanaban la ropa del tendal a algún vecino, pero nada grave, pavadas.
Me
acuerdo que cuando llegaba a casa con la bici, ni me bajaba, estiraba un poco
el brazo, hasta alcanzar con la mano el
picaporte, con la rueda de adelante empujaba la puerta y una vez que atravesaba
el portón, con el pie le pegaba una
patada fuerte para cerrarla.
Era un dos de diciembre, habían pasado 4 días de mi cumpleaños y celebraba el cuarto día
de sociedad inseparable con mi bicicleta roja.
Como siempre, me mandaban a hacer los mandados, era el más chico,
siempre me tocaba a mí. Yo no me negaba en esos días, porque iba en la bici, en
mi bici de carrera roja y veloz.
Me mandaban a hacer las compras en cuotas. Pablo anda a compra la
leche. Al rato, Pablo, anda a comprar huevos y así a veces me pasaba toda la
tarde en el almacén de Pochi.
No
recuerdo si ese dos de diciembre era sábado o ya habían terminado las clases,
pero la cosa es que ese día estaba en casa a la mañana. Como siempre, la rutina
de los mandados arrancaba tipo 10:30 u 11:00 Hs.
Fui al
kiosco de los abuelos y a la verdulería como primer recorrido. Hasta que se
escucho la voz de mamá decir – Pablo, anda a lo de Pochi y compra….
Agarré
la bolsa de los mandados, una de esas viejas, de plástico duro tipo red, abrí
la puerta del lavadero que comunicaba con el garaje para agarrar la bici.
Cuando
llegue a la parte de la pared en la que normalmente la apoyaba, justo ahí donde
estaba la canilla que siempre goteaba, me doy cuenta que la bicicleta roja no
estaba.
Me
asusté, pero al instante pensé, seguro me la olvidé en el kiosco o en la
verdulería. A veces me pasaba, pero con la blanquita. Iba a hacer los mandados
y me olvidaba la bici, volvía caminando. Podría ser la primera vez que me
pasaba con la roja, era raro, pero aun así casi corriendo fui hasta el kiosco.
Afuera no estaba. Le pregunta a doña Porota si ella la había guardado. A veces
cuando me olvidaba la bici, la guardaba y después jugaba un rato conmigo con
preguntas como – Yo tengo algo que es tuyo….. Y así. Sabía que era la bici,
pero me divertía y con el juego siempre me llevaba algunos caramelos de regalo.
Del
Kiosco a la verdulería. Dos cuadras rogando, pensando casi convenciéndome que
la bici estaba ahí. Tenía que estar ahí, no podía existir otra opción.
Llegué
a la verdulería, miré para todos lados y no estaba. La verdulera me pregunta – ¿Qué
buscas Pablo? Le comente que no encontraba la bici y me dijo, te fuiste en la
bici, es mas, me reía porque la bolsa que usas es más grande que vos.
Derrotado,
con las piernas temblando, el ánimo por el piso, con toda la desilusión que se
puedan imaginar, volví a mi casa. Fueron las tres cuadras mas decepcionantes de
toda mi niñez. Era mi bici súper veloz 0 Km!! Eso no podía pasar en el barrio,
no!! Nunca nadie se había robado mas que la ropa de un tendal o hacer alguna
maldad como la que le hicieron a la gallega, la mama de Ruth, que le cortaron
las piernas del pantalón y se llevaron el resto, los tipos se hicieron una
bermuda en el acto.
Cuando
entré a casa, mi cara decía todo. No lloré, de eso me acuerdo perfecto, no
podía llorar de la bronca. Sentía culpa, porque mi vieja siempre me decía cerrá
el portón con llave, un día de estos nos vamos a llevar una sorpresa.
La mire
a mi mamá y le dije, no encuentro la bici, fui al kiosco y no está. En la
verdulería no está. Me miro y pregunto ¿Donde la dejaste? Acá, le dije, en el
garaje!!
Te la
afanaron, dijo mi hermana.
Mi
mamá, me miro, un poco enojada y otro poco triste. Movió los labios, con los
ojos clavados en mí, como largándome un sermón, pero en silencio, entendió que
yo estaba mal y la mejor manera de putearme, solidarizarse, enojarse y todo eso
fue gritando.
-
La Tortuga, yo te dije, las tortugas traen mala suerte!!!!
Mi
Vecino.
Luego
de ese arrebato de felicidad que un desconocido se atrevió a cometer, mi vida
pasaba de a pie. Seguía con la rutina, los mandados, amigos, el fulbito de arco
chico en la calle, pero con un peso, que mucho no lo percibía, pero quienes me
conocían lo notaban.
Cuando
iba a lo de Pochi, a la verdulería o al kiosco, siempre miraba para todos
lados, con la esperanza de ver a alguien con mi bici. Esa era mi estrategia, no
buscarla, sino estar atento. En algún momento me iba a cruzar con el tipo que
me afano la bicicleta.
En el
barrio se acostumbraba a pedirle cosas prestadas al vecino. Que sé yo, si por
ahí te quedabas sin yerba, azúcar harina o supongamos que solo necesitabas un
huevo, lo pedías prestado y después cuando comprabas o hacían el pedido lo
incluías en la lista para devolverlo.
En la
cuadra todos nos conocíamos, bah la mayoría, había tres familias que no se
hablaban con nadie y los de en frente, los García, que no eran muy tratables, ahora que lo veo a la distancia, las viejas del barrio se encargaron de
estigmatizarlos y cargaban con la condena de ser llamados "los locos".
Martin,
vivía casi en frente de casa, en diagonal cruzando la calle. Era al primero que
pasaba a buscar, ya sea para jugar a la pelota, perder el tiempo o para que me
acompañe algún lado. En una de esas
tantas veces, mientras cruzaba la calle, Susana, la mamá de Damián, que era mi
vecino de al lado, me llama. Me dice – ¿Pablo, que haces? Nada le digo, voy a
buscar a Martin, está Damián? No, no está, pero vení un minuto, pasa por el
portón.
Le hice
caso, como no iba a hacerle caso. En el barrio se daba una relación entre los
vecinos muy particular, si el padre o madre de alguno de nosotros decía algo,
todos hacíamos caso, por respeto y también porque sabíamos que nuestros padres
lo aprobarían. Ni hablar si las palabras salían de la boca del abuelo de
Martin, Don Marcial. Si el te decía algo, ni mu! Nada, calladito la boca! Una
vez me llevo hasta casa, abrió la puerta, me mando a la pieza y le dijo a mi
hermana, el está en penitencia! Y así fue, me quede toda la tarde encerrado.
Bueno,
resulta que entré a la casa de Damián, y Susana me dice que la acompañe hasta
el patio. Mientras, me contaba que al ruso (Damián) los reyes magos le habían traído
una bicicleta nueva y que la otra ya no la usaba. Apenas terminó de contarme
eso, corrió una lona azul que tapaba a la antigua bici Cross del ruso y me dijo
– Toma, quédatela. Ínflale las ruedas y arréglale los frenos sino te vas a
hacer pelota. Susana, era una de las personas que notaron mi bajón luego del
robo de mi bici roja. También sabía que mis viejos no podían comprarme otra de
un día para el otro.
La
acepte sin pensarlo. El entusiasmo del momento era tan grande que le dije
gracias y corrí hasta casa para contarle a Mama que Susana me había regalado
una bici. Ahora tenía una nueva, nueva para mí, pero que importa? Tenía bici
otra vez y era una Cross, de esas bajitas con las que podes andar por todos
lados, por el barro, la tierra, las piedras y nada te detenía!
Mi
vieja, me dio plata y la llevé al ciclismo para que le pongan los cables nuevos
de los frenos, le centren las ruedas y la dejen 10 puntos para enfrentar todas
las nuevas aventuras todo terreno en las que me pensaba embarcar.
Un
gesto de mucha nobleza y bondad el de Susana y también del Ruso, después de
todo la bici era de él. Una vez hablando con los chicos, les comente que hice
un willy con mi bici, bah en la del Ruso, me retracte. Damián me miro y me dijo
– Que mía!! Es tuya si te la regale!
La
Cruzada Roja
Con
bici nueva y todo terreno, ya nada me detenía. Una vez mas, cada paseo era una aventura
y como esta era mas bajita que la roja de carrera, podía hacer piruetas e
incluso pedaleaba parado y saltaba en rampas imaginarias, subía y bajaba
cordones.
La
rutina de los mandados estaba intacta, pero levantaba la apuesta. Me iba a una verdulería
que estaba un poco mas lejos, o a la carnicería. Lo que no cambiaba era el
almacén de pochi y el kiosco de los abuelos, eso no se negociaba.
Una
mañana mamá me dice. ¿Te animas a ir a la casa de Elba? Pensé unos segundos,
porque era lejos, superaba las 30 cuadras, pero recordé que una buena parte del
trayecto era por un camino marcado en el campito que lindaba con la cancha del
club La Armonía y después era todo calle de tierra, por lo tanto, qué me podía
pasar si tenía una bici Cross!!??
Claro,
le dije. ¿Qué le digo? Nada, dijo mi mamá, llévale esto que se olvido el
lunes y seguro lo necesita.
Elba,
era una ex compañera de trabajo de mi vieja. Era buena gente. Recuerdo que tenía una hija con
un retraso o una enfermedad y dos por tres se escapaba, hacían la denuncia y le
avisaba a todas las amigas para que estén atentas, por si las moscas. También
recuerdo que era muy humilde, de pocos
recursos, muy laburadora, tenía un rostro
serio, parecía siempre triste.
Partí hacia la casa de Elba para llevarle una
bolsita con cierres y telas. Mamá sabía que ella no podía ir a buscar las cosas
a casa, no tenia como y se le complicaba con la hija, de hecho, cuando pasó a
saludarla lo hizo porque estaban de pasada en el auto del yerno.
Llegué y Ella estaba afuera, en un patio que se anteponía a la casa
colgando ropa.
-
Hola Elba, mamá me dijo que te de esta bolsita.
-
Hola Pablito! Dijo, forzando una sonrisa. Te viniste en bicicleta
desde tu casa? Me Preguntó.
-
Si! igual no es tan lejos, vine rápido. Le dije canchereando, mientras
habría una puertita de madera que separaba
la vereda del terreno.
Elba me
ofreció agua. Por suerte, porque ya no tenía manera de mantener mi postura
ganadora ante la distancia recorrida. Entramos, me senté. Una casa
humilde, con cortinas improvisadas que oficiaban de división entre los
ambientes.
Estuve
unos minutos sentado, hablando con la señora. Me contaba que en la bolsita, tenía
unos cierres para arreglar unas camperitas de una vecina y que como estaba sin
trabajo con la costura la peleaba y que
el marido tenía una changa, de no sé qué cosa. Sinceramente, solo la miraba.
Tengo tres hermanas y una madre, eso me
dio un ejercicio excelente para mirar a las mujeres y simular que les
presto atención, mientras me pierdo pensando en cualquier cosa.
Hay
respuestas de molde que salen naturalmente, lo que no aprendí es a ser
cortante. El molde que diseñe inconscientemente siempre sirve de conector, por
lo tanto, termino inventando una excusa para escapar de ese tipo de monólogos.
No sé cuál fue el motivo que le planteé, pero quedo claro que debía irme.
Salimos
al patio. Elba seguía hablando, nunca sabré de qué, pero hablaba.
Fui
hasta la pared en la que había dejado apoyada mi bicicleta y en ese ángulo, en
esa nueva visión del escenario, del patio de la casa de Elba, veo una bicicleta
roja. Era de carrera, Roja, brillante, con el manubrio tipo cuernos como para
cortar el viento. Si una como la que aquel
dos de diciembre alguien la tomo como propia.
Ya nada
me rodeaba, estaba solo yo y ella. Fui, la miré, la di vuelta, la revise bien.
Sabía que sí, que era mi bici 0 Km,
podía identificarla era mía, hay cosas que uno no se olvida, hay marcas que con
el tiempo de convierten en huellas.
Elba me
pregunta – Te gusta? Si se parece mucho a una que yo tenía, le respondí.
Como
que tenias? Preguntó. Sí, me la robaron.
Ella se
rió y medio burlona me dijo – ayy Pablito, esa es de mi yerno, el novio de mi
hija la del medio. Se la compro hace unos días.
Está
bien pero me resulta familiar, le respondí. Una respuesta de molde, pero de
molde televisivo.
Me despedí,
callado. Prometí a Elba darles todos los saludos y besos a mamá y a mi familia
que ella les mandaba.
Tenía
una sola certeza. Debía llegar a casa e iniciar el operativo de recupero.
El
Dodge 1500.
Nunca pedaleé
tan rápido como ese día. Quería que la corona tenga el triple de dientes y el piñón
sea tan pequeño como un anillo para ir más rápido. Debía hablar con mi mama, contarle lo que pasaba. Estaba seguro esa era mi bicicleta!! No tenía ni una
sola duda!
Ni me
acuerdo si agarre el mismo camino, solo pedaleaba. Por suerte Elba me había
dado agua y estuve un rato sentado, eso me ayudo a recuperar energías.
Las
cuadras eran eternas. Por momentos sospeche que alguien había corrido el
barrio, no podía tardar tanto, había pensado mil estrategias y aun no llegaba a
la Avenida Don Bosco.
Apenas
llegué a casa, arroje la bici Cross en el zaguán, en el barrio les decíamos
el porche. Como todas las casa eran iguales y alguien alguna vez dijo que eso
se llamaba porche, todos les decíamos porche y listo.
Abrí la
puerta, desesperado, llamando a mi vieja a los gritos y con el poco aire que me
quedaba le dije – Mama encontré la bicicleta!!
Qué
Bicicleta? Preguntó. La roja!! La de carrera, la que me regalo Mary!! Le respondí,
casi insultante. Le dije, está en la casa de Elba, tu amiga, recriminándole que
su amiga, esa a la que ella ayudaba tenía mi bicicleta.
Pablo
vos estás loco!! Mira que Elba te va a Robar la bicicleta!! Que sea pobre y
viva en un barrio humilde y carenciado no quiere decir que sea ladrona!! Vos no
sabes quién es Elba!!
No
paraba nunca de hablar. Cuando la quise interrumpir elevó el tono. Por suerte
la escuche, esa fue una gran enseñanza, un concepto que mantengo y repito, “que
sea pobre y viva en un barrio humilde y carenciado no quiere decir que sea
ladrona”.
Le
conté que la bici la había comprado el yerno de Elba, eso me dijo ella y que
podía ser una casualidad, pero que esa
era mi bicicleta.
Con
mucha razón mamá defendió a su amiga con un argumento muy cierto. Hay miles de
bicicletas rojas, de carrera y que las fábricas de bicicletas son muchas, por
lo tanto yo no era el único que tenía una bici roja.
No
podía perder esa batalla, no pensaba abandonar mi cruzada y no sé si es un
proverbio chino o cual es el marco que se le puede dar, pero me vi obligado a
retroceder dos pasos para avanzar varios casilleros. La confesión llegó.
-
Mamá yo te voy a contar por qué sé que esa bicicleta es la mía!!
Con
algo de culpa me confesé, en realidad no
había mucho para confesar, después de todo la bici era mi y con ella podía
hacer lo que se me cante, sino para que me la regalaron. Si no es así que me la
presten y ahí la cosa es diferente, pero no la bici roja me la regaló mi
hermana y ella me dijo que era mía así que lola!!
Se lo
cuento, pensé y si no le gusta mala
suerte! Yo no le digo a nadie que debe hacer con sus pertenencias. Es mas, todo
lo que tenia para decirle, terminaba dándome la razón sobre mi hipótesis de que
esa era mi bici, no sobre que había sido Elba.
No me imaginaba
a Elba abriendo el portón y llevándose la bicicleta.
Antes
de esbozar todos mis argumentos, debo admitir que hice una jugaba muy
inteligente. Le recordé a mamá que ese día su amiga del alma, fue a casa con el
yerno y por esas casualidades que tiene la vida, el yerno compró justo la
bicicleta a que a mí me habían robado.
La
respuesta fue inmediata. Hasta ahí no tenía ni una sola prueba de que esa nave
colorada era mía. Verdad, no alcanzaba con eso. Así pensé, es la hora de la
verdad, sino habló ahora pierdo todo lo que avance y encima quedo como tarado
con Elba y con mi mamá, eso sería lo mas doloroso, perder una discusión con mi
mamá cuando sabía que tenía razón. Total quedar mal con Elba, no me importaba, para mí era la mala de la
película y no me interesaba quedar bien con el protagonista malo. Aun hoy me
pasa, a pesar de las lecturas un tanto rebuscadas que hago para defender a mis
buenos.
Mira
mamá, le dije. En la horquilla, tiene una manchita verde, que sin querer le
hice el primer día, cuando la apoye en el paredoncito del frente de casa. En la cubierta delantera, le falta un
pedacito de la goma, porque le quise arrancar unos de los pelitos que trae y evidentemente
vino fallada y se salió algo más que el pelito. En la parte de atrás, tiene un rayón,
porque cuando fui al kiosco de los abuelos, no frene y la rose con el paredón
del frente del negocio y hay un rayo en la rueda de adelante que esta doblado. No
sé cómo se dobló pero está doblado, seguro vino así de fábrica.
Mamá me
miró, seria, Pablo, todo eso le hiciste a la bicicleta en 4 días??¿A vos te
parece tratar así las cosas? nunca te va a durar nada!! Si se entera tu hermana
se va a enojar.
Suspiré!
Batalla ganada. No había más discusión, ahora los dos hablábamos de lo mismo, de
mi bicicleta en poder de Elba, bueno, no, en poder del yerno de Elba.
Lo que
no esperaba era la reacción de mi mamá. Le daba cosa, ir a la casa de la amiga
a reclamar algo que me pertenecía, eso fue lo que me dijo, textual. Prefería
que llegue mi papá para encarar la situación.
Sabía
que el tiempo corría. En mi cabeza ya surgían pensamientos sobre los rápidos
movimientos que el enemigo tomaría para esconder su delito y salir con la suya
tal como lo hizo la primera vez. Era vida o muerte, ellos o yo, mi bicicleta o
la frustración eterna de ver como se me escurría entre los dedos la posibilidad
de resolver un caso policial y que encima me tenía como protagonista damnificado.
En ese mismo instante estaba inmerso en una película policial, una historia que
requería de un justiciero que ponga las cosas en su lugar, alguien que en
nombre del bien imponga su postura.
A quien
recurrir? Papá llegaría en al menos tres horas, para ese entonces la bicicleta
sería un triciclo y de otro color. A mis amigos, a quien mas? Cruce la calle.
Pero Martin no estaba. El ruso tampoco y cuando estoy saliendo de la casa del
ruso lo veo a Beto. El gran Beto Squadroni.
Un jugadorazo!!
Beto, un
flaco flaco, muy divertido, ocurrente, fierrero y futbolero. Juagaba de 5 en
Liniers. Era el que nos salvaba los partidos con los pibes de la otra cuadra.
El único que tenia calidad futbolística en serio, el que la pisaba, el tipo que
tiraba el pase perfecto para ver como cualquiera de nosotros se encargaba de
hacer de esa belleza los mas repudiable que se podía ver en la historia del
fútbol mundial.
Deci
que en el arco lo teníamos a Walter, el hermano de Beto, que se atajaba la vida
y por ahí sin querer hacíamos un par de
goles y Walter se atajaba alguno de los otros y listo, salvábamos el partido.
Aunque debo reconocer que el Ruso, que era un pichero, a veces se inspiraba y
le pegaba derecho a la pelota y encajaba algún que otro gol. Después Martin, bueno,
estaba dotado para otras cosas, ahora es actor y toca el bongo, con eso les
digo todo.
También
estaba el negro, Javier, que ponía voluntad y algo la pisaba y Nico Arce, un
muy buen defensor, y si jugaba al medio
con Beto, nos asegurábamos el empate como mínimo.
En fin.
La cosa es que le cuento a Beto como viene la mano. Esos son amigos, entró a
los perros agarró su bici y me acompañó. A dónde? A la Comisaria!
Si
fuimos a la Quinta, que esté en Av. Don Bosco apenas cruzas el canal Maldonado. Creo que
Beto estaba mas entusiasmado que yo. El tipo no lo dudó, de una me dijo sí!
Vamos!
Cuando
llegamos a la Comisaria, entramos las Bicis al Patio, no sea cosa que
recuperemos una y perdamos dos.
Nos
paramos en el mostrador que hay en la recepción, que nos llagaba hasta la
frente. Nos atiende un policía y le conté todo, con detalles. Me tomaba una fracción
de segundos para tomar aire y seguir con el relato. El tipo me miraba y claro
lo primero que me preguntó fue donde estaban mi mamá, mi papá por qué fui solo?
Seguí la historia, hasta el detalle de los horarios de trabajo de mi viejo para que
entienda y la actitud repudiable de mi mamá. Mi miró, giró la cabeza, miró a
Beto y le preguntó, vos quien sos? Soy amigo de él, dijo Beto.
Medio
inseguro, el policía llamó a otro, para
que escuche la historia. Una vez mas a contar todo para que alguien me ayude,
hasta ahí éramos dos Beto y yo contra toda una organización criminal,
seguramente armada, que se dedicaba a robar bicicletas.
Una de
las precauciones que tomé cuando me fui de la casa de Elba fue mirar bien la
dirección, la memorice mejor que el grito desopilante de los Thundercats.
Los
policías se miraron, y uno le dice al otro. Che vamos? Y dale, vamos respondió
el compañero. Me veo en la obligación de
transportar esa escena a Tino y Gargamuza.
Nos
invitaron a pasar al patio. Cruzamos por donde están los calabozos, abrieron la
puerta de atrás de una patrulla y subimos.
Quien
lo iba a pensar. Cuando era chico, veía a un policía y me iba corriendo a casa,
les tenía miedo, venia una patrulla me escondía, hoy me generan rechazo, pero
esa es otra historia.
Íbamos en el asiento de atrás de un Dodge 1500. Beto me codeaba y me decía por
lo bajo esta hecho mierda, pero también me señalaba la radio y otros
chirimbolos que le colgaban.
Beto
sabia de Dodge 1500, porque el abuelo tenia uno y la tía otro. Impecables
ambos, así que él podía diferenciar bien entre lo que era un milqui sano y otro
destruido.
A mitad
de camino, se vino otra pregunta obligada. El copiloto me dice, Che pibe, estás
seguro que esa bici es tuya? Si claro le respondí. Le detalle cada una de las
marcas que tenia y la historia de quien me la había regalado y demás. Qué me
dijo el tipo? Euuuu todo eso le hiciste
en 4 días??
Acaso
hay una tabla de lo que se le puede hacer a un objeto en una cantidad de días
determinados? Si la bici es mía, que te
importa lo que le hago o no? En todo caso que me lo diga mi hermana que fue
quien la pagó , pero vos? Que no sé ni cómo te llamas, a quien te comiste para
decirme eso? Claro, no le dije nada, simplemente remate con un sí, bastante
timorato.
Cuando
llegamos a la casa de Elba, tendrían que haber visto la cara de esa mujer. No
lo podía creer. Yo bajando de un patrullero con dos policías reclamando mi
bicicleta, que estaba ahí, en el mismo lugar que cuando me fui.
El
policía no me dejó hablar con ella, me apartó, me llevó hasta la bicicleta, me
pidió que le muestre las marcas para corroborar mi historia, mientras el otro
se encargaba de hablar con los adultos. Luego me dijo que vaya hasta el
patrullero. Los dos uniformados hablaban con Elba y el marido. Cuando podía,
ella estiraba el cuello y me miraba por encima del hombro del oficial. No note
enojo, después de todo aseguraba que la bicicleta no era de ella.
Beto, seguía sentado en asiento de atrás, ni se
bajo.
Uno de
los policías me dice. – Bueno, te animas a llevarla hasta la comisaria? Mi cara
cambió, en realidad sospecho que hice algún gesto, porque el policía me sonrió
y me dijo, total vos ya la conoces y sabes el camino.
Una vez
mas estaba pedaleando en mi bicicleta roja, la veloz, la de carrera, esa que alguna
vez fue ultrajada. Solo tenía que
bajarle un poco el asiento y bajarle el manubrio. Los cuernos de las bicis de
carrera van para bajo, no sé por qué algunos insisten con darlos vuelta. Cómprate
otra bici, pero no pongas los cuernos para arriba, así nunca vas a cortar el
viento.
Cuando
llegué a la Comisaria, Beto se había ido, le dejó dicho al policía que se tenía
que ir porque no la había avisado a la mamá y si no llegaba rápido lo retarían.
No
termina acá la cosa. Yo pensé que estaba todo cocinado, que la bici me la
llevaba a casa, pero no fue así. Gran desilusión sentí cuando el que manejaba
el Dodge me dijo. -Bueno déjala en el patio y vemos como sigue.
Me
dijeron que a la tarde vaya con mi papá. Le pregunte si podía pasar a buscarla,
después de llevar la Cross a casa, pero me dijo que no. Que la bici se quedaba
en la comisaria porque faltaban unos trámites, pero que mi papá se presente si
o si.
Mientras,
uno que estaba atrás de un escritorio le pregunta al copiloto. - Che y quien era el que tenia la
bicicleta? El otro les responde con un apellido, no recuerdo como era, pero si
me quedo grabado que repreguntó. Cual, el de calle Catamarca? Si ese, dijo el copiloto.
Riéndose
el del escritorio dijo – Y ese nos quiere hacer creer que la compró? Ese no
compra nada, que va a comprar?.
Esa
tarde mi viejo fue a la comisaria, pero no estaba la persona a cargo, así que
lo citaron para el otro día, igual le avisaron que el supuesto comprador de la
bici ya había estado en la comisaria y que dijo que se la había comprado a un
tal Juan Olla.
Ese
apellido nunca me lo voy a olvidar, no por la bici, sino porque era le
primera vez que lo escuchaba. Lo primero que hice en mi mente fue llevar el
objeto al hombre a la persona y me lo imaginaba acorde a su apellido, esas
asociaciones que hacen los chicos, lineales y ocurrentes por cierto.
Al otro
día volvimos con mi papá. Le hicieron firmar unos papeles, presentó la factura
de compra de la bicicleta, mientras el policía se quejaba que antes la bicis traían
un numero de cuadro grabado y era mas fácil corroborar si era o no, pero que
las nuevas las hacen así nomas, por eso es un quilombo, todos los días afanan bicicletas y qué sé yo y qué sé cuánto.
En un
momento el mastodonte vestido de azul se para, acomoda la panza para que le
quede encima del cinturón y nos dice, acompáñenos. Nos guió hasta el patio. Ya conocía
el camino, porque con Beto pasamos por ahí, con la diferencia en esta vez el
calabozo no estaba vacío.
Llegamos
al patio y me dice bueno pibe, acá tenes tu bicicleta. Ni en pedo lo espere a
mi viejo. Me subí y salí. Una vez mas mi bicicleta era mía, en realidad siempre
lo fue, pero no podía andar.
Cuando
llegué a casa mi vieja me dio un beso, nada había pasado entro nosotros dos. Yo
la entendí y ella como siempre me entendió.
Deje la
bici roja en la pared, justo ahí donde está la canilla que siempre gotea, fui
hasta el fondo agarré la Cross y fui a lo del Ruso, él no estaba, pero si
Susana. Me miraba y se reía, no sé si era alegría o qué, pero le agradecí y le devolví
la bici. Con mi escaso vocabulario, propio de un chico de 8 o 9 años le
expliqué que ya tenía mi bici nueva y que esa le podía servir a otra persona,
después de todo para qué quería yo dos bicicletas, si con una alcanzaba.
Cuando
salgo de la casa de Damián lo veo a Beto que sale de su casa y se sienta en el paredoncito,
claro, lo primero que hago es cruzar la calle.
Me
dice, che me fui porque sino mi vieja me mataba! Y sigue, no sabes cómo
veníamos en la patrulla!! Volaba!! Que rápido que anda ese Dodge 1500! La
verdad que entre ese y el de mi abuelo me quedo con el de la policía, así hecho
mierda, pero como va, nada que ver con el de mi abuelo.
Y si,
Beto era fierrero.
2 comentarios:
Fantástico!! Hermosos recuerdos
Muy buen recuerdo, me hiciste recordar un monton de cosas! Beto.
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